RESEÑA HISTORICA
 



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ALTOS DEL ROSARIO SU ORIGEN Y POBLAMIENTO
 
 
CONJETURAS SOBRE EL ORIGEN DE ALTOS DEL ROSARIO
 
 
PRESENCIA INDÍGENA:
 
Una vez producida la inmigración de los, Europeos en su mayoría Españoles, al territorio Colombiano y más propiamente a la Costa Caribe (1525-1535), época en que se fundan los puertos de Santa Marta y Cartagena, los colonizadores encontraron que un poco hacia el interior de la costa propiamente en las estribaciones de la cordillera central, habitaban las tribus Calamaríes, Pocabuyos, Malíbues y Zenues[1].
 
En lo que hoy es San Martín de Loba, Barranco de Loba y Altos del Rosario, era habitado por las tribus Zenues y Malíbues, en las colinas de los Cerros del Barco, Guacharaco, los Patios y Pabola; se dedicaban a la orfebrería, la caza, la pesca y la agricultura; practicaban el trueque con los Calamaríes, Pocabuyos, Guascos, Tiquisios, Kimbayos y Chimilas, asentados en la serranía del área, en estribaciones de la cordillera central. Se desconocen las causas de la desaparición de todas estas tribus, si fue por emigración o por exterminio, no se han podido encontrar datos que nos permitan aclarar estas dudas. Por eso podemos afirmar que no fueron los Españoles sedientos de oro los que originalmente fundaron estos pueblos, ya que se han encontrado rasgos de la presencia de estos indios mestizados de los Malíbues (Sondaguas), especialmente con la existencia de terrazas agrícolas indígenas, construidas entre casas circundadas de piedra, con rocas graníticas[2].
 
Así que nuestro primer gobernante fue en realidad un cacique, pero su verdadero nombre no era Sebastián, imposición misionera, sino LOVA, como aparece en las listas de encomiendas, comenzadas por el visitador Juan de Villabona y Zubiaurre en 1610 y completada y vuelta a copiar por el escribano de cámara, de Santa Fe de Bogotá, Juan Flórez Ocáriz, en 1670.
 
El asiento principal del cacique Lova, pudo haber sido en San Martín, Hatillo, Barranco o seis leguas río abajo, por la zona del Pelao (hoy Altos del Rosario). Por eso sentimos justificados de englobar a toda esta región y el brazo del río que los conecta como Loba, cambiando la v antigua por la b, como tal venía haciéndose desde la colonia.
 
“Se desconoce el significado de Lova para los indígenas, mientras que la palabra Malibú, se refiere a un tigre jaguar de manchas redondas y amarillas, que es el más fiero de todos. Pudo ser el antepasado mítico o tótem, con el que se identificaban todos estos indios, a la manera de los conocidos clanes africanos”[3]. Esto confirmado por el arqueólogo Gerardo Reichel Dolmatoff, quien con su esposa Alicia, había hecho excavaciones en toda esta región; encontró que desde hacía más de 1000 años, se encontraban en la zona los Malíbues de Loba, Tamalameque y Mompóx; los Zenues del Sinú; Los Chimilas y Taironas de la Sierra Nevada y los Mocanas de Malambo y Calamar, los cuales intercambiaban productos. “Además de éstos, se destacó la tribu de los Kimbay, nombre tomado de un antiguo cacique de pura sangre, llamado Kimbay, quien hecho cristiano tomó el nombre de Juan Rodríguez Kimbay. Habitaban estos indios en la orilla izquierda de la Magdalena, en toda la región de la Villa de Mompóx”[4].
 
No era de despreciarse la cultura Malibú, Reichel, constató la tradicional técnica indígena, de fabricar Canoas, socavando y puliendo el tronco macizo de la Ceiba y otros grandes árboles. En las colinas del Cerro los patios y la serranía de San Lucas que muere en San Martín de Loba; el mismo arqueólogo advirtió la existencia de Terrazas indígenas, construidas entre casas circundadas de piedra, con rocas graníticas colocadas en forma apretada para evitar la erosión del suelo
 
 
Los indios Malíbues no eran totalmente nómadas como muchos otros de la costa, sino que combinaban la pesca, la agricultura y la caza, usándolas según la estación invierno o verano y la disponibilidad de los playones, ciénagas y montes; habían construido pueblos estables; no comían carne humana, sino alimentos del monte como frutas, pescado, zaíno, venado, mono, armadillo, perico ligero, iguana, babilla, caimán; A veces se tatuaban o pintaban el cuerpo con achiote y caraña, llevaban adornos en oro como narigueras, brazaletes, orejeras y otros muy vistosos.
 
Ejercían el trueque con los otros indios descritos anteriormente, con el achiote y la caraña.
No había moneda ni ánimo de lucro, tampoco los Malíbues desarrollaron la servidumbre o la esclavitud. Eran gobernados por un cacique; el cogobierno religioso lo ejercían sacerdotes cuya función principal era procurar con la magia buenas cosechas y curar enfermos con yerbas e imposición de manos.
 
 
Objetos Sobresalientes encontrados : Las grandes piedras de palacín, restos de instrumentos de trabajo, elaborados casi todos con esta piedra, al igual que figuras y elementos en arcilla, aún se encuentran en los cerros de los patios y Portugal. La cerámica es variada y es de resaltar su magnitud, sobresalen los restos cerámicos con figuras de cabezas de aves; posiblemente tuvieron algún significado ritual y religioso en las ofrendas del mundo natural. En los patios se han encontrado varios cementerios indígenas, de los cuales se han extraído cantidades de figuras, hechas en oro y cobre. Se han encontrado cuentas de piedras talladas para collares, figuras de animales como ranas, figuras antropomorfas. En el material lítico hay un primer rasgo notable y es la representación de hachas de distintos tamaños y espesores, husos de piedras, metates y piedras talladas, para pulir cerámica y trabajar el oro.
 
Muchos de estos elementos se encuentran en el Museo del Banco de la República, sacados por guaqueros especializados como Nando Acevedo (q. e. p. d.), el cual los vendía al señor Alfredo Pérez Vergel y éste, al Banco. Fui testigo de esta comercialización ya que en alguna ocasión traje de Bogotá unos funcionarios del Banco de la República, por solicitud de Alper, para su negociación.
 
 
Anteriormente solo se necesitaba echarle una mirada general al pueblo, para sentir enseguida la presencia indígena y sus valores seculares, aparte de la mezcla racial que también es evidente: Los techos de palma, las casas de bahareque en su forma y contextura, las canoas utilizadas por los pescadores con su palanca y canalete; el palo o espeque para sembrar el maíz; los catabres, el balay, el lazo y gancho para cazar babillas; las comidas a base de yuca, el pilón, las hamacas, las mucuras, las moyas ( En las cuales se hacían los sancochos y las viudas), las tinajas, las medicinas a base de hierbas que aún tomamos para muchos males; La caña de millo, la gaita, la chicha, el musengue, la estera y muchos otros; ciertos ritos de velorio y de la magia, todos estos elementos vivos, que demuestran la fuerza de la cultura Malibú en el brazo de Loba, a pesar del correr de los siglos y la fuerte represión de los grupos dominantes Españoles ejercieron sobre esta cultura.[5] 
 
 
EL BLANCO Y LA CONQUISTA
 
Los Indios del Brazo de Loba conocieron al blanco por primera vez en 1531, cuando llegó por estos lados la expedición del Bachiller Francisco Viana, enviada desde Santa Marta por el gobernador García de Lerma. Los Españoles querían llegar al fabuloso Zenú por esta vía. Era imposible, en el intento sucumbió su bachiller. Sus capitanes Juan de céspedes y Juan de San Martín, continuaron denodados, pero no pudieron resistir las Guazábaras de los Malíbues y se devolvieron a sus cuarteles Samarios[6].
 
San Martín cuyo nombre se volvió profético, volvió a venir armado y equipado en 1536 en la expedición del licenciado Gonzalo Jiménez de Quesada, cuando éste iba en vía de conquistar a los Chibchas, pero en la desembocadura del río Cesar, en el Banco Magdalena, frente a la región de Loba, lo recibieron los caciques de Loba y de otras laderas cercanas, con hostiles “Armadas de Canoas”. Ni con sus armas superiores logró San Martín desembarcar en ninguna parte. Se devolvió para engrosar nuevamente la expedición madre comandada por Jiménez de Quezada, por la vía de Sompallón en busca de fama y riqueza, al reino de nueva granada. Fue una victoria indígena.
 
 
En esta guerra por la conquista siempre hubo algún jefe indígena nuevo, que surgió cuando faltaron los otros. Cuando ocurrió lo inevitable desaparición del cacique Mompóx, hacia 1540, dejó un buen flanco de la nación Malibú, abierto a los Españoles, el jeque Alonso de Tamalameque tomó el liderazgo, y en tal forma, que solo las fuerzas del Gobernador de Santa Marta, Jerónimo Lebrón, pudieron abatirlo a mediados del mismo año. “El jeque Alonso anduvo organizando la resistencia contra los Españoles; canoas con instrucciones para Loba, entraban y salían del viejo Tamalameque, hasta cuando el capitán Alonso Martín, segundo de Lebrón, sospechoso de la trama indígena, se escapó sigilosamente hasta el Banco. Pero allí le cayeron 500 canoas, procedentes de todo el sur: Peñón, Chimí, Loba, Guazo, Tomala, que con sus voces caracolas y trompetas, cubrían todo el tablazo del río y tronaban sus riberas, valles y montañas, con la algazara, tirando espesas flechas que casi cubrían el sol”.[7]
 
 
Los españoles respondieron con tiros de baterías, escopetas y tiros de fusilería. Muchas canoas se volcaron y hundieron, mientras los caimanes destrozaban a los sobrevivientes que pretendían ganar la ribera a nado. Con tanta sangre derramada sobre las aguas, las fuerzas indígenas tocaron la retirada, dejando al jeque Alonso, en manos del enemigo.
 
Alonso San Martín llevó al suplicio al jefe Malibú. Murió dejando en alto la bandera de la rebelión, que pasará a manos de otras tribus. Más tarde llegó Alonso de Heredia por el río, procedente de Cartagena y dominó a los tres caciques de esos pueblos: Mompóx. Mahamón y Zuzua.
 
Fácil es presumir el desconcierto de los Lobanos y demás Malíbues, de las tribus cercanas a Tamalameque. Ante la magnitud de la derrota sufrida ante Alonso san Martín y Heredia, parecía que no había escapatoria, porque los españoles iban introduciéndose al territorio por todos los costados convirtiéndolo en una criba sangrienta.
 
La fundación en 1537 de la cercana Villa de Mompóx, con base militar de ocupación y colonización, fue poniendo los fundamentos que favorecían los intereses de los conquistadores. Ellos no eran necesariamente drásticos; suplantarían o se acomodarían a las prácticas indígenas como venían funcionando. Por eso, el cacique Loba siguió en su puesto, aunque ya desprovisto de poder. 
 
Estos dominios pasaron a la raza conquistadora y, en lo que concierne a los indígenas, concretamente a los encomenderos y sus segundones y reclutadores blancos, pasaron a residir en los pueblos de indios o en sus cercanías. En la isla de Mompóx y fuera de ella, las autoridades concedieron 39 encomiendas, a otros tantos encomenderos. Fue el comienzo formal de lo que se ha llamado el “Régimen Señorial”, implantado por los españoles en tierras Americanas.
 
Según los documentos, Loba   era   tan poblada entonces, que en las primeras listas de      
Encomiendas costeñas, aparece su gente repartida en dos encomiendas, en vez de una, como era lo común. Los primeros encomenderos fueron Hernando de Medina y Antón Pérez, vecinos de Mompóx y probables compañeros de Santa Cruz, lo que sí se sabe de ellos es que dejaron frutos de muerte y destrucción en la región[8].
 
Alonso de Heredia y el licenciado Santa Cruz, a través de sus lugartenientes hicieron los repartimientos de indios en 1537 y 1540. Lo que se estableció como una relación de protección y dependencia, entre grupos de indios y su señor patrono, con fines de adoctrinamiento y explotación de su trabajo, protección que se convirtió en esclavitud y dependencia, que se tornó en exacción ( Multas e impuestos).
 
Hernando de Medina y Antón Pérez, no eran propietarios de la tierra conquistada y no les interesó mucho este aspecto, porque en la práctica necesitaban menos de la tierra que del trabajo indígena. No vivían en la región de Loba, pero disponían por la fuerza de la gente lobana. Los intereses que le producían la explotación de la mano de obra indígena, eran muy grandes, ya que los indios pagaban un tributo en oro. Los indios producían oro y cumplieron con esta parte de las obligaciones para con sus amos; pero también se les obligó a seguir trabajando en obras diversas de construcción (Mitas) y entregar parte de esa producción a sus nuevos amos.
 
De allí la fijación de las tierras comunales, puestas bajo la responsabilidad del cacique y un pequeño cabildo de indígenas, lo que llevó a establecer formalmente durante la colonia, varios resguardos de tierras.
 
No se sabe si hubo resguardos informales de este tipo en San Martín de Loba, Barranco o Hatillo; es muy probable que así haya sido, pero así mismo se perdieron por la rápida disminución de la población indígena local. Estas mismas posesiones fueron dadas en merced, en 1637, para fundar las afamadas Tierras de Loba”, de larga y accidentada historia. Para ese entonces estas tierras habían quedado desocupadas de indios.
 
En 1610, cuando el oidor Villabona, hizo cuentas y reparto de indígenas de la costa, en la región de Loba, sólo quedaban 10 indios capaces de pagar tributo, y aproximadamente 60 personas entre chicos y grandes.
 
Este catastrófico descenso fue el resultado de los abusos cometidos por los encomenderos, los corregidores y funcionarios de la corona, las guerras de conquista, las enfermedades y pestes, el mestizaje, el suicidio colectivo y la fuga de los indígenas a montes lejanos.
 
Un siglo más tarde, en 1745 se registra en unos documentos en la Notaría de Mompóx, que los indios restantes de Loba, abandonaron su ladera y se dirigieron a la isla de     Tapoa   ( Frente a la vereda San Martín, jurisdicción de Altos del Rosario), cerca del caño del Pelao, de donde a su vez se perdieron sin que nadie conociera el destino inmediato de aquellos desdichados[9].
En el caso de la región de Loba y las tribus rianas de la depresión Momposina, hubo otro elemento supremamente destructor: El trabajo obligatorio como la Mita, de la Boga en canoas y champaña. Hacia finales del siglo XVI, los antiguos Malíbues, como sus primos de otras partes de la costa, castrados por la esclavitud de la mita, e incapaces de multiplicar la raza, fueron saliendo de la escena, para dar paso a otra clase de explotados, Los Esclavos Negros, se encargarían de producir la riqueza que antes hacían los indios.
 
Esta vuelta hacia la presencia negra en la costa, comenzó en la boga y posteriormente en las minas, agricultura y ganadería. Toda la región de Loba, fue testigo y también víctima de esta violenta transición histórica.
 
 
LA RAZA NEGRA:
 
Los conquistadores en vista de que la fuerza del trabajo se agotaba, miraron hacia el África, Guinea, Angola, Congo, y de allí empezaron a traer negros como esclavos para suplantar a los indios en la boga y en otras actividades.
Con la presencia negra se asumieron muchas técnicas y formas: Al palo cavador indígena, se le añadió en la punta una azada de hierro, para quedar convertida en pala cavador (barretón) y hacerla más durable y eficiente en la excavación de la tierra, especialmente, en las minas de oro. El sable grueso fue convertido en machete y rula, para utilizarlos en el desmonte; la hachuela y el hacha, junto con el fósforo o piedra de candela, revolucionaron la técnica indígena del fuego, para rozar los montes y acelerar el desmonte de las zonas selváticas.
 
Animales extraños como vacunos, caballar, asnal y porcinos, se adaptaron fácilmente al ambiente tropical y fueron aceptados sin mayor resistencia por los grupos indígenas. La alimentación se revolucionó con la llegada del plátano asiático, la caña, el arroz, los cítricos y otros productos. La canoa se transformó en champán. (Con techo y asiento, para los viajes largos).
 
Para 1600 la presencia negra era considerable en la región y allí ha quedado visible, poderosa, influyente, hasta el día de hoy.
 
Los empleados negros reemplazaron a los indios en la boga, cuando aprendieron los trucos del oficio; entre ambos grupos hubo cooperación. Los indios enseñaron a los esclavos negros, los secretos del uso de las plantas para fines medicinales y de hechicería; la agricultura de la yuca, el maíz y el cacao, productos que no se conocían en África.
 
 
Una vez con los Malíbues y otras tribus exterminadas, subyugadas ante el poder del conquistador español, las tierras más accesibles a los ríos y caños empezaron a ocuparse de blancos y vecinos libres, esto es, personas que no eran esclavas ni estaban sujetas a servidumbre. Pero la principal fuerza de trabajo, aquella que producía la riqueza, no fue aportada solo por ellos, sino también por los esclavos negros.
La cacería de negros se intensificó a comienzos del siglo XVII en al África y traídos a Cartagena como esclavos, gracias a contratos (asientos), autorizados por los reyes de España. Un asiento de 1596 esclavos, trajo al negro Benkos Biohó, el primer gran dirigente negro costeño, con quien se inicia el Cimarronismo, la tradición del negro esclavo que ha huido de sus amos y se ha establecido libremente en lugares escabrosos, tal como sucedió en Altos del Rosario. Estos negros esclavos, después de varias luchas construyeron en el Departamento de Bolívar, varios Palenques libres; el principal llamado Matuna, escondido en un sitio cenagoso frente al mar. Benkos se convirtió en el modelo defensivo para todos los palenques de cimarrones que le siguieron, que fueron muchos y se extendieron por el país.
 
Biohó fue proclamado rey del arcabuco y la gente eligió en cabildos a sus propias autoridades. Estas formas de organización se copiaron en los palenques que fueron surgiendo, especialmente en la zona de Mompóx y región de Loba. Mompóx se había convertido en un fuerte militar convertido en villa, gran reducto de la esclavitud colonial, después de Cartagena.
 
Los negros fugitivos de la zona y de la depresión Momposina, se habían organizado en palenques de agricultores y mineros. Allí se hicieron fuertes; tan descomunal esfuerzo de autonomía popular, llegó por supuesto a oídos de los españoles. En Panamá, el gobernador Alonso Sotomayor, anticipándose al golpe, masacró a los esclavos de su distrito[10]. De Mompóx salieron las primeras grandes expediciones punitivas hacia Loba y los ríos San Jorge y Cauca.
 
Los negros fugitivos de las minas de Loba y Mompóx, corrieron hacia el sur y occidente, por los caños y playones, en áreas selváticas de difícil conocimiento y acceso; bajando por el brazo del Rosario entrando a la región de Tiquisio y Norosí, por el caño el Pelao, Loba y las ciénagas de Simití. Todas éstas, cumplían con aquellas calidades de seguridad y hacia ahí, se dirigió una ola de grandes cimarrones locales. Comenzaba así, con el trabajo negro, la población de las fabulosas “Tierras de Loba”.
 
 
Entre 1617 y 1637, el alcalde ordinario de Mompóx, el alférez Diego Ortíz Nieto, organizó varias partidas y expediciones de soldados para atacar a los rebeldes de Tiquisio y Norosí, que estaban en los palenques y querían infestar la villa. Fue así como descubrió las fértiles tierras de la zona del Alto, Guacharaco y los cerros de Norosí y Tiquisio, en tierras cultivadas de maíz y otros productos. La persecución y el ahuyentamiento de éstos, Diego Ortíz Nieto, viendo que en la región había tierra muy buena para fundar hatos de ganado, estancias de cacao, para abastecer a Cartagena y las Reales galerías. Este esfuerzo lo premió el gobierno con la merced de Las Tierras de Loba en 1637.
 
El Palenque más cercano a la región de “El Pelao” ( Nombre que inicialmente tomó Altos del Rosario), del cual se tiene conocimiento, fue el de Norosí, que llegó a tener varios millares de cimarrones que llegaron a controlar, no sólo la producción agrícola de la zona, sino, también la minera; Independientes, ya que no reconocían la autoridad del Rey de España. Norosí ha mantenido una notable tradición de autonomía rebelde hasta hoy. (Por allí parece ser existieron otros palenques ( Lorenzana, Palizada, Papayal, Musangá, etc.)
 
 
Con estos hechos como argumentos que satisfacían parcialmente la norma legal de “Morada y labor”, exigida por las leyes de Indias, Ortíz Nieto aprovechó el paso por Mompóx del nuevo gobernador interino de la provincia de Cartagena, Nicolás de la Raspug, para pedir el reconocimiento de las expediciones hechas por su cuenta contra los cimarrones de Loba, Tiquisio y Norosí. Convenció al gobernador de que le concediera aquellas tierras en retribución de sus servicios al rey.
 
Las tierras pedidas sumaban 200 caballerías, según las cuentas de Ortíz, que siguiendo las reglas del oidor villabona y Zubiaburre, equivaldrían a 84.600 Has. No obstante, aplicando un mapa moderno, los confusos linderos de esta inmensa propiedad, el área adquirida por Ortíz Nieto, fue aproximadamente de 150.000 Hectáreas.
 
Los linderos iban: Por la banda del río grande de la Magdalena, aguas arriba, frente al sitio llamado El Banco, corriendo por la montaña firme, terminando en la ciénaga de la culebra; Desde la ciénaga de palenque y caño del Rosario, con el cerro de Tapoa, por la ciénaga de Sapán, donde van los ganados en tiempo verano, sabanas del corozo, formando playón para el ganado; por el brazo del hacha que corre hacia el río Cauca y el otro que llaman bocas de Cicuco, que corre hasta los ejidos playones de la Villa de Mompóx, aguas arriba por el cauca, pasando por Algarrobo, hasta la boca del Caribona. En esta superficie quedan incluidas todas las tierras y laderas de San Martín, Barranco y Hatillo de Loba, que como se ha visto, ya no tenían habitantes indígenas[11].
 
Para Diego Ortíz Nieto, era difícil controlar tan inmensa propiedad, aunque construyo casa y Ermita en Escubillal (Frente al Alto), bajando por la ladera de Barranco de Loba. Allí alojó la mayoría de sus 50 esclavos negros y colocó un administrador. Al ganado lo dejó crecer y multiplicarse en las fértiles sabanas y playones que de ahí se extendían en todas las direcciones; organizó una explotación señorial esclavista, típica del siglo XVII.
 
Don Diego hubo de compartir esa gran extensión de tierra, no cabe duda. (Según documentos que aparecen en la Notaría de Mompóx, dejados por los marqueses de Torres Hoyos, ellos serían los siguientes herederos, de este latifundio, después de una serie de demandas y pleitos por la herencia).
 
Debido a la gran extensión de las Tierras de Loba, hubo una invasión de ocupantes independientes. Unos eran los negros cimarrones sobrevivientes de las anteriores expediciones punitivas, algunos escapados del dominio de don Diego Ortíz y otros de Mompóx. Parte de este grupo, fueron los que inicialmente habitaron en lo que hoy es Altos del Rosario, objeto de nuestra investigación.
 
El otro grupo era conformado por vecinos libres de vínculos de servidumbre, gente pobre y trabajadora, blancos, mestizos, mulatos, que fueron entrando a estas tierras, casi sin que su dueño se enterara.
 
Pero hubo otra invasión de estas tierras, que para nuestros fines, era todavía más significativa: La de los colonos libres, que nunca pagaron a don Diego ni a sus administradores, el terraje por el uso de la tierra, u otra obligación. Había españoles pobres en este grupo, gente segundona venida a América, al amparo de algún gobernador, quienes no pudieron obtener nunca, mercedes de tierras o distinciones administrativas, que les permitieran hacer fortuna.
 
Estos esforzados colonos libres y pobres, ocuparon las riberas del Brazo del Rosario, empezando por la ribera río arriba, a 9 leguas de Barranco, en el sitio denominado “Comemiel”. Tal fue el amontonamiento de estas viviendas que en 1660, adquirió la forma de pueblo, donde la gente dormía y salía todos los días a trabajar a los campos. A este caserío se le llamó Loba la Nueva, para distinguirla de la zona de los Terrajeros, sumisos a don Diego Ortíz, que llamaban Loba la Vieja, cuya casa principal de administración quedaba en Escubillal, como se dijo anteriormente.
 
El auge de los invasores había aumentado, entre 1750 y 1800 y sin llegar a ser Palenques, se forma el pueblo de Barranco de Loba y en 1810, se inicia  la población El Pelao y casi al mismo tiempo Tiquisio, entre otros, conformados especialmente por esclavos de la región de Loba la Vieja y las minas de Loba. Las tierras del “Pelao” y toda esa región de la parte alta de la cordillera, se estaban convirtiendo en el gran refugio preferido del Cimarronismo y de toda la gente que quería librarse en alguna forma del sistema colonial.
 
Para finales del Siglo XVII y comienzo del XVIII, las tierras de Loba pertenecían a la Marquesa Torre Hoyos, luego de una lucha y pleitos con los herederos de don Diego Ortíz Nieto, en cabeza de su hija y principal heredera, María Ortíz Nieto[12].
 
Después de la muerte de doña María Ortíz, ocurrida en Mompóx, en el año de 1710, y sin heredero alguno, quedando en poder del presbítero Momposino, doctor Domingo de la Rocha y Labarcés, al morir éste, las tierras fueron nuevamente rematadas y quedaron en manos del capitán Matías de la Sala, en 1738.
 
En 1745 estas tierras fueron adquiridas por don José Fernando Mier y Guerra, uno de los personajes más importantes de esa época en Mompóx. En esta lucha por la posesión de tierras y playones, esta propiedad de Mier y Guerra, pasó a un nuevo nivel de complejidad en toda la región, en el que desempeñaban las dominantes familias de Mier y Trespalacios y sus descendientes: Los nobles, Hoyos, Epalza y Ribón. Las tierras de don Fernando Mier y Guerra, fueron heredadas en 1800 por la hija de la Marquesa María Josefa Isabel de Hoyos, doña Dominga de Epalza Hoyos y Mier,  como sobrina bisnieta directa del señor Mier, quien no tuvo hijos. De esta larga cadena genealógica, doña Dominga entrega las tierras de Loba a su hijo político, Dr. Pantaleón Germán Ribón en 1840, para que las administrara y de muy mala recordación, por los abusos que este cometió contra los campesinos de Loba y de la isla de Mompóx. En esta época prácticamente se acaba el mayorazgo, por intereses políticos, económicos, que más adelante sería interesante investigar.  
 
Las primeras familias de negros esclavos, que se tiene conocimiento habitaron nuestro territorio a partir de 1810 fueron: Los Hoyos, Epalza, Ardila, Trespalacios, Méndez, Imbreth, Salas, Morelo, Ardila, Vásquez, Cogollo, Morales, Mieles y Camargo, entre otros.
 


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[1] FALS BORDA ORLANDO. Mompóx y Loba - Historia Doble de la Costa
[2] GERARDO REICHEL DOLMATOFF, Datos Histórico-culturales sobre las tribus de la antigua Gobernación de Santa Marta ( Bogotá ,1951, 105-108)
[3] Ibíd.
[4] Pedro Salcedo del Villar. Apuntaciones Historiales de Mompóx. 1987-
[5] DIMAS BADEL, Diccionario Histórico Geográfico de Bolívar, 1943.
[6] FALS BORDA ORLANDO. Historia Doble de la Costa
[7] Ibid.
[8] Ibid.
[9] Ibid op. Cit.
[10] Ibíd.
[11] Ibíd.
[12] Archivo Histórico de Cartagena, Documentos varios
 
 
   
 
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