LA HECHICERIA
 

CERRO DE LAS BRUJASein Bild

SEGUNDO CAROein Bild

La tradición oral, coloca y enmarca a nuestra población, dentro de una época en que convivieron con el mundo de las Brujas.

En recientes historias, se comenta que un Aquelarre, que no ha dejado de ser apasionante escuchar su accionar, considerado como perturbador de la tranquilidad de generaciones anteriores y que cubre los más recientes años del siglo veinte.
La tradición oral manifiesta, que las legiones de brujas, dirigidas por Susana Hernández Méndez, a quien consideraban como la jefe y maestra de la brujería,   provocaban falsas tormentas; Los trastos flotaban en los patios, las bacinillas rodaban y pegaban contra la pared, las gallinas mojadas y espantadas se guarecían  en los palos de totumos, el gallo cantaba, el perro aullaba, el gato maullaba, el burro rebuznaba dando la hora. El ambiente era de una humedad espesa y tétrica.
 
Antes de que el gallo cantara a las 12 de la noche, la primera bruja volaba y silbaba encima de los techos de palma de las casas. El pueblo se encontraba sumido en medio de la oscuridad y el barro ficticio; había una soledad y recónditos sudores pringados de lujurias. Las brujas daban vueltas en el aire de la plaza; a los trece minutos silbaba la otra y cada tres minutos silbaba otra y otra y otra, hasta reunirse trece brujas[1]. Entonces iniciaban el Aquelarre, emprendiendo el vuelo en conjunto, hacia un pequeño cerro ubicado frente al cementerio local, dejando a un lado los mochos de escobas que les servían de impulsores para levantar su vuelo.
 
Nos contaban Victor Villarreal, Segundo Caro y Bernardino Jaraba, que las mujeres que practicaban estas fechorías, generaban el pánico y temor de muchos habitantes, ya que tenían la capacidad de convertirse en cualquier objeto o animal y emitían todo tipo de ruidos o sonidos. 
 
Se pasaron muchos sofocos y sustos por culpa de las brujas, si una de estas mujeres que practicaban la hechicería, se enamoraba de cualquier hombre, le hacían toda clase de maldades, inclusive a las cónyuges o novias de ellos, a las que consideraban sus  adversarias sentimentales. Entonces aprendieron a ahuyentarlas de sus casas y cogerlas con palos de crucetas, las amarraban, desnudaban y las acuereaban con palos de yuca. De esta forma las fueron haciendo desaparecer del ambiente nocturno y alejarlas de estas prácticas, pero se comenta que todavía en el Alto, de que las hay, las hay.
 
Este sitio conocido como “El cerro de las Brujas”, lugar que se convirtió en el punto de encuentro y  “residencia” de muchos novios y amantes. Ahí era donde también iban los estudiantes, en los recreos a buscar guayabita perulera y el “bollo mojoso”. Quizás muchos de nosotros tuvimos la oportunidad de comerlo; un frutillo tropical exótico, exclusivo del cerro de la brujas y  la Matta, que ha desaparecido del sector y cuando la comíamos, nos dejaba la lengua morada.
 
El Profesor Justino Centeno, les tenía prohibido a los estudiantes, ir al cerro de las brujas o coger para La Matta, pero siempre los descubría cuando les revisaba la boca y tenían la lengua morada. Esto era causal para llevarse unos reglazos, “perrerazos[2]” y ser arrodillado encima de unos cascajos o granos de maíz.
 
LOS SABIOS Y BRUJOS
 
En este mundo encontramos algunos personajes, que por sus cualidades se caracterizaron y que también ayudaron a la construcción del mito, la leyenda y la historia nuestra.
Gentes con un poder sobrenatural y enigmáticos. Algunos de ellos nunca fueron a la escuela, jamás leyeron un periódico, no aprendieron a firmar, no conocieron la portada de un libro, no escucharon una emisora. Sin embargo, anclados en su propia magia, curaban, trabajaban, inventaban dinero, se defendían del maleficio, se salían de las casas sin pasar por las puertas, presentían visitas, se adelantaban a la trampa, al puñal o al veneno, curaban al ganado, expertos en mordeduras de serpientes, en el mal de ojos, leían la suerte, incluso sin estar presente en el sitio, rezaban las cosechas para hacer salir las plagas y ejecutaban otras artes.
 
Dentro de esta gama de personajes podemos destacar al Momposino Jeremías Beleño, hombre que representaba una singularidad especial; además de enseñarles el arte de la carpintería a los primeros pioneros de esta profesión, como lo fueron Buenaventura Vásquez, Manuel H. Zabaleta, Dionisio Molina, Alfredo Pérez, Newton Martínez, Martín Vásquez, Kosca y Victor Villarreal, dio muestras del dominio del arte de la magia y la brujería, como el de sacar el ron y la plata de los mostradores y del bolsillo de las gentes sin tocarlas, es algo para pensar y recordar, así como su casa cuidada por una calavera de nombre Margarita y que contestaba cuando preguntaban por él, es algo inusual, así como el alboroto que se formaba en su casa cuando alguien entraba sin permiso. Esto lo pueden confirmar personas que aún viven, como nuestro paisano Victor Villarreal, que pasó muchos sustos con Jeremías.
 
El Caso de nuestro abuelo Felipe Molina  Altamar, quien guardaba en su casa en una caja de madera, una carabela, supuestamente de un compadre y todos los años el 1º. de Noviembre, día de los difuntos, la sacaba a pasear por el pueblo. Decía que ella era su amiga fiel y le contaba todo lo que sucedía en la casa cuando el no estaba.
 
La historia del también Momposino Fruto Gómez, en la batalla que sostuvieron los habitantes del Alto en Talanquera, con la policía Chulavita, cuando venían a incendiar el pueblo, en la guerra de los mil días en 1901. Fruto tomó el mando del grupo y con una sola lanza en mano derrotó a  la policía, que intentaban dispararles desde todos lados y las armas no les funcionaban , acabándolos a casi todos y de los nuestros nadie sufrió un rasguño. Este caso y el de otros señores como Tomás Polo y Cresencio Trespalacios, dejaban alelados a quienes los veían actuar con sus magias y secretos.
 
Personajes como Martín Enrique Molina, Ida Lagares,  Victor Trespalacios, Modesto Mieles. Hilda Caro y  Concho Cogollo, expertos en curar mordeduras de serpientes y conocedores de muchos secretos para curar males y erradicar plagas.
 
El caso de Dora Camargo, que se colocaba detrás de la puerta de su casa y hacía cantar a un gallo las veces que uno quisiera.
 
La historia de Segundo Caro (El Tigre – Cacao), que se dice peleó con el diablo y lo venció. Conocedor de muchos secretos, especialmente para conseguir mujeres.  Este hombre será siempre recordado por muchas cosas: su temperamento alegre y el eco retumbante de su voz. A las cuatro de la mañana su voz se escuchaba en casi todo el pueblo, llamando a la gente a levantarse e ir a trabajar, especialmente a los que a esa hora iban a “embalsar”[3]. Casi todos los niños le tenían miedo, porque cuando los veía cerca al rió o haciendo travesuras, los correteaba con una vara para pegarles y alejarlos del peligro.
 
Mujeres que adivinan y echan la suerte a través de las cartas, el asiento del tinto, la ceniza del cigarrillo, en la palma de la mano, como Sixta Chacón, Fela (Santico vivo), Sara Sampayo e Ida Lagares. 
 
Tal vez, todo esto sea visto como absurdo e irracional, para otras culturas o sociedades, e incluso, para muchos de nosotros. Pero para conocimiento de todos, esto fue la herencia recibida de los esclavos cimarrones. En esta historia local, está la historia Nacional. Nuestra historia.
 

[1]  Tradición Oral.
[2] Látigo de cuero de vaca cortado en forma de tira, enrollado y tostado.
[3]  Cruzar el río en Canoas. Nota del Autor.
 
   
 
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